mayo 06, 2005

El "Black M"

in memoriam
Everybody! gritan las voces a compás de un vibrafono tocado por Roy Ayers, es lo que suena en los parlantes del bar, y desde el recibimiento con las carcajadas de un par de comensales a la entrada del bar que se cuentan las anécdotas del dia ya se siente la buena vibra. El calor se ha quedado afuera y adentro se respira una mezcla de tabaco, sudor y uno que otro matiz de hembra en celo, encontrar un lugar donde acomodarse no ha sido difícil aunque no es el mejor, sin embargo, estar junto al baño de mujeres nunca es despreciable aunque se prefiera un lugar en la barra.
Betty Wright toma su turno en la tornamesa girando y cantando Clean Up Woman, lo que me hace fijarme en una chica que sostiene un Martini y en su compañera que, menos glamorosa sostiene una botella de cerveza, y sin embargo atrae más la vista de los del lugar con su sutil movimiento de caderas a ritmo de afroamericana sesentera, usted descríbala como quiera, es sencillamente la más atractiva del lugar a pesar de solo vestir unos vaqueros y una camiseta blanca.
Llega entonces el momento por el cual frecuento este lugar, justo cuando Moody Scott se proponía a contarnos cómo no se cree todo lo que los bloferos dicen con su "I Don't Dig No Phony", la música comienza a ser remplazada por el bullicio de los presentes en el Black M, voces tan distintas como sus lenguajes e idiomas, desde un estudiantillo de política que mienta madres por el desafuero hasta un autodidacta que diserta sobre la Democracia y sus altibajos, un "cineasta" menciona a Bergman sólo por probar que "si sabe de cine", por otro lado una bolita de extranjeros hablando en distintos tipos de inglés (británico, gabacho, australiano, etc.) y yo sólo escucho atento.
Y es que los músicos de jazz ya están trepados y más que preparados para comenzar una más de sus ya famosas sesiones. El Caquino marca el compás con el golpeteo de su índice sobre su trompeta, el otrora requintista de un trio prepara los niveles de su Gibson, mientras tanto el Carioca y el Luri se terminan de contar un chiste (aunque el Luri se está fijando más en la chica que tiene enfrente y en su nada discreto escote).
La mesera me trae mi cerveza y me la entrega con su habitual y muy sincera sonrisa, doy un largo trago y me dispongo a escuchar el Jazz que tanto me gusta. Quizá para la segunda parte de la sesión se presente algún otro músico como suelen hacerlo, el gran Toño en la bataca o el cubano este que es un maestro del sax, por ahora soy feliz con escuchar a mis amigos divertirse con las notas como sólo ellos saben hacerlo: un, dos... un, dos, tres...